La secuencia didáctica en la oralidad
Vilá i Santasusana, M. (2005) La secuencia didáctica como metodología
para la enseñanza y el aprendizaje del discurso oral formal. En C. B. M. Vilà i
Santasusana, J. Castellá, A. Cros, M. Grau, & J. Palou (Ed.), El
discurso oral formal. Contenidos de aprendizaje y secuencias didácticas (pp
117-129). Barcelona: Grao.
El capítulo propone una nueva forma de enseñanza y aprendizaje de la
oralidad, a través de las secuencias didácticas, cuyo objetivo es que los y las
estudiantes, desarrollen una conciencia metadiscursiva y estrategias que les
sirvan para utilizarla en otras instancias. Dichas estrategias orales serán
desarrolladas por medio del trabajo por tareas comprende las fases de la
preparación, realización y evaluación. La realización consiste en desarrollar
dos tareas por cada objetivo de la actividad que irán siendo evaluadas por sus
compañeras y compañeros y la o el profesor. En el capítulo 8, titulado
“Ejemplos de secuencias didácticas sobre la enseñanza y el aprendizaje del
discurso oral a niveles académicos superiores”, se traslada la esquematización
anterior a un ejemplo centrado en la enseñanza de la oralidad en niveles
superiores de escolaridad, lo que ayuda a entender lo teórico de la propuesta
didáctica en una situación real en la que se podría aplicar.
La
enseñanza tradicional de la oralidad en la escuela implica la realización de un
texto sin ningún seguimiento del proceso, lo que significa que los y las
estudiantes no sean capaces de desarrollar una capacidad metadiscursiva que les
permita hacer conscientes ciertas estrategias para aplicarlas de modo oral,
sino que se evalúa lo que los alumnos y las alumnas sabían desde antes –tanto
del género del discurso oral como de la aplicación de este en una situación
real– sin ninguna mejora de por medio.
Uno de los factores en los que el texto
pone el foco es en el desarrollo de capacidades metadiscursivas o
metalingüísticas en el proceso de la realización de las tareas. Sin dicha
capacidad, que es “el rol «reflexivo» de la producción lingüística que entra en
juego si en el aula se crean actividades de lengua articuladas con situaciones
de reflexión sobre el uso” (p. 127), la realización de tareas y evaluaciones de
textos orales implicaría la mera exposición de los y las estudiantes frente al
curso, teniendo en cuenta solo la evaluación sumativa final sin un aprendizaje
significativo para el alumnado. En cambio, si se hace reflexionar a los y las
estudiantes, la planificación del discurso como el eje del aprendizaje los
involucra en dicho proceso, convirtiéndose ellos en estudiantes activos en el
desarrollo de estrategias orales. El planteamiento de este capítulo es
especialmente importante para la didáctica de la enseñanza del lenguaje, pues
la oralidad es uno de los ejes al que menos atención se le presta y, por lo
tanto, es un déficit en la enseñanza por parte de los profesores hacia los y
las estudiantes, quienes no les dan oportunidades para tomar la lengua oral
como un objeto de observación y de análisis.
La
evaluación formativa de la secuencia didáctica es la mejor oportunidad para
desarrollar habilidades metadiscursivas, pues gracias a ella se tienen variadas
oportunidades para re-hacer el discurso oral y, de esa forma, se va mejorando a
través de la reflexión del propio trabajo y el de los demás. La estructura de
la secuencia didáctica, entonces, explicita desde el comienzo la tarea final
para que los y las estudiantes se imaginen el tipo de producción que se les
pide; seguidamente, el profesor en conjunto con los alumnos recopila los
elementos de un género discursivo oral (explicación, debate, entrevista,
relato, etc.) para delimitar los objetivos que se deben trabajar en la
secuencia; tercero, los objetivos se deben relacionar cada uno con dos actividades,
en donde los alumnos son activos como emisores y receptores de un discurso
oral. En esta oportunidad se les debe pedir que justifiquen las valoraciones
que emiten sobre las intervenciones de lo demás, pues es ahí donde entra en
juego la reflexión metadiscursiva. El penúltimo paso es la evaluación y
reflexión, en las que los estudiantes deben reflexionar oralmente sobre los
procesos metacognitivos que entran en juego. Dicho paso es uno de los más
trascendentales, pues “dedicar en clase un espacio regular a verbalizar las
reflexiones metadiscursivas gracias a la dimensión social que adquiere la
oralidad, favorece la transformación de formas lingüísticas –que a menudo
aparecen por casualidad o intuición– en estrategias comunicativas” (Vila i Santasusana, p.127). Por
último, debe haber una integración de objetivos parciales al discurso de forma
oral.
Todo lo expuesto anteriormente se puede
resumir en las siguientes ventajas identificadas por la autora: primero, se
aprende durante el mismo proceso de composición; segundo, se compone y revisa
mientras se prepara el discurso, lo que otorga recursividad y reversibilidad,
llevando a cabo un tipo de reflexión metadiscursiva que desarrolla las
habilidades lingüísticas; tercero, se puede ayudar durante los ensayos, en los
que los alumnos receptores actúan como destinatarios intermedios y llevan,
asimismo, una reflexión metadiscursiva sobre producciones orales; por último,
se atenúa la sobrecarga cognitiva, ya que se puede aislar variables y
trabajarlas lentamente y por parte.
Consideramos
que la propuesta del capítulo es interesante desde el punto de vista de la
reflexión metadiscursiva, pues se pone el foco en el aprendizaje y el proceso
más que en la enseñanza y el final. Haciendo varias comparaciones con la forma
tradicional de enseñar y evaluar la oralidad en la escuela, se destaca la
necesidad de aplicar una secuencia didáctica que facilita la tarea tanto al
profesor o profesora como al estudiante y, lo anterior, se logra a través del
análisis constante de la lengua desde el inicio del proceso hasta su final.
Teniendo en cuenta que, para muchos y muchas estudiantes la escuela es la única
oportunidad en que pueden desarrollar capacidades orales, la idea es que sean
capaces de hacerlo y mejorar y no solo ser evaluados por lo que ya saben o no
saben hacer. A través del aprendizaje significativo y la adquisición efectiva
de las estrategias necesarias, las actividades específicas para cada objetivo
no se convierten en herramientas para ser usadas en una solo oportunidad, situadas
en un contexto determinado y sin trascendencia, sino que son adquiridas por el
alumnado sabiendo que van a poder ser capaces por sí solos de utilizar dichas
estrategias en otras circunstancias.
Fabiola Inalef
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