La oralidad y la escritura
Blanche Benveniste, C. (1998). Algunas características de lo oral. En Estudios
Lingüísticos sobre la Relación entre Oralidad y Escritura (pp.19-28).
Barcelona: Gedisa.
El capítulo hace un recorrido breve por la historia del estudio de la
oralidad desde la lingüística, en la que se evidencia el intento constante de
equipararla con la escritura. En el S. XX, a pesar de que los antropólogos
lingüistas estadounidenses consideraran a las lenguas habladas como lenguas con
estructuras gramaticales rigurosas, los lingüistas seguían sin tomar en serio
la descripción de dichas lenguas. Asimismo, Noam Chomsky creía que el análisis
de lenguas habladas no tenía sentido porque hay que describir la “competencia”
lingüística, no la “performance”. Seguidamente, la autora da cuenta de las
diferentes percepciones que se tiene en torno a la oralidad, destacando la mala
intuición sobre nuestra propia lengua y la idea de que su “mal uso” es debido a
las leyes “del menor esfuerzo” y “expresividad”. Por último, da a conocer, de
forma general, las características de la oralidad y cómo las percepciones
subjetivas de los receptores condicionan las percepciones del habla de los
demás.
Es
necesario enfocar la lectura desde la importancia de la percepción que, de
forma general, tiene la gente sobre su propia lengua, pues de esas
concepciones derivan muchas formas de discriminación no intencionadas desde los
receptores hacia los hablantes. La autora dice que “más que escuchar,
reconstruimos los enunciados; los reconstruimos en función de las previsiones
que acostumbramos hacer sobre nuestra lengua, y según el grado de probabilidad
de tal o cual elemento” (Benveniste, p.24), y dicho grado de probabilidad viene de la
percepción que se tiene sobre la persona que habla. Sobre todo si es una
persona “poco” educada se tiende a oír más equivocaciones gramaticales.
Debido al
prestigio de la lengua escrita, la lengua hablada vernacular es percibida como
algo que hay que intentar equiparar a toda costa con la lengua escrita. Las
ideas a priori sobre la oralidad están llenas de prejuicios porque “las
unidades de análisis que hemos aprendido a través de la lengua escrita nos
parecen incuestionables, e intentamos encontrarlas en la oralidad” (Benveniste, p.21). La
idea del “menor esfuerzo” (simplificaciones, acortamientos, inacabamientos,
etc.) y la de la “expresividad” (reforzamientos, repeticiones, redundancias,
etc.), características propias de la oralidad, son consideradas errores por
todos los y las hablantes, incluso aquellos que los utilizan a diario. La
intuición sobre la sintaxis que tiene la gente, que ha sido adquirida por la
escolaridad que enseña la lengua de una forma normativa, orientada el
“correcto” hablar equiparable a la buena escritura, la gente suele menospreciar
su propia lengua y a emitir juicios sobre cómo hablan los que “menos” educación
(o educación de peor calidad) han recibido. Un ejemplo claro de lo anterior es
la constante consulta sobre dudas gramaticales al DLE (Diccionario de la Lengua
española, ex DRAE), quienes tienen una tradición prescriptivista sobre la
lengua que considera solo una forma de hablar como la correcta. Pero, como dice
la autora, las variaciones existen y son trascendentales, no solo entre
individuos, sino que también en una misma persona. Por lo que, la
heterogeneidad se debe tener en cuenta y es ahí donde radica la importancia que
adquieren los profesores y las profesoras al momento de enseñar oralidad. Si se
tiene un conocimiento basto y no sesgado de la oralidad de la propia lengua y
se entienden los efectos negativos que podría tener al considerar una cierta
forma de hablar como la “menos correcta”, se pueden desarrollar métodos de
enseñanza que se centren no en lo “malo” de la oralidad, sino que en la
heterogeneidad de esta. Se puede hacer un intento, no de que los alumnos vayan
al extremo de creer que el discurso culto formal sea malo, sino que sepan que,
en determinadas circunstancias, no está mal hablar como lo hacen. Lo mejor
sería diferenciar las percepciones que ellos tienen de lo correcto, con cómo es
la lengua en realidad.
Tuvimos una
buena percepción del capítulo porque, desde la lingüística, destaca de forma
clara las percepciones de las personas sobre la oralidad y pone en tela de
juicio las preconcepciones y los principios del análisis de la lengua hablada.
A pesar de lo corto del capítulo y de que el texto habla del idioma francés, es
preciso y claro en sus planteamientos, lo que ayuda a trasladarlo al contexto
del español hablado en Chile, ya que suceden los mismos fenómenos de
valorización de lo escrito por sobre lo oral. Pero, sobre todo, es interesante
desde el punto de vista de la utilización de la información aplicada a las
aulas, en contextos en los que el habla de las personas tiene menor prestigio y
en donde, por lo tanto, es necesario hacer explícitas dichas ideas sin dejar de
lado la importancia -y legítima diferencia- del discurso oral formal -que se
ajusta más a la escritura- con el informal.
Fabiola Inalef
Queridos, en aspectos formales, intenten cambiar el título, puesto que con ese fondo y color de letra no se logra leer. Les aconsejo que los títulos de sus fichas no sea el nombre de ustedes, sino que del texto o inventen uno ligado a este. En las fichas de Herrera no se ven citas, ni parafraseo, deben integrarlos! Cuidado con el Apa!!, tienen confusiones en varias citas y entre fichas, revísenlo. En general siguen la estructura, les recomiendo que en la reflexión, más allá de poner que les gustó o que es interesante, hagan un enlace con el foco de lectura que explican al principio.
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